El último año, venía sintiéndose más y más extraña a aquel lugar, padeciendo más aquel frío que secaba la piel y que ni si quiera en verano remitía del todo. Pero tampoco se decidía a marcharse, porque a esas alturas dependía de aquel mundo, se había atado a él con la obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican.
Existe cierta obstinación en la mente humana o en los genes que nos suelen atar a lo que nos perjudica, o incluso a lo que queremos dejar atrás o lejos...
ResponderEliminarEs como el podrido pan de cada día.
Salud!