El artista es un pequeño Dios y el dolor es siempre la antesala de la creación.
lunes, 28 de junio de 2010
No eres una sola persona y no tienes una sola historia, y ni tu cara ni tu oficio ni las demás circunstancias de tu vida pasada o presente permanecen invariables. El pasado se mueve y los espejos son imprevisibles. Cada mañana despiertas creyendo ser el mismo que la noche anterior y reconociendo en el espejo una cara idéntica, pero a veces en el sueño te han trastornado jirones crueles de dolor o de pasiones antiguas que dan a la mañana una luz ligeramente turbia, y esa cara que parece la misma está cambiando siempre, modificada a cada minuto por el tiempo, como una concha por el roce de la arena y los golpes y las sales del mar. A cada instante, aunque te mantengas inmóvil, estás cambiando de lugar y de tiempo gracias a las infinitesimales descargas químicas en las que consisten tu imaginación y tu conciencia. Regiones enteras y perspectivas lejanas del pasado se abren y cierran en abanico como las líneas rectas de los olivares o los surcos para quien las mira desde la ventanilla de un tren que avanza a toda velocidad quién sabe hacia dónde. Durante unos segundos un sabor o un olor o una música de la radio o el sonido de un nombre te hacen ser quien fuiste hace treinta o cuarenta años, con una intensidad mucho mayor que la conciencia de tu vida de ahora. Eres un niño asustado en su primer día de escuela o un chico con la cara redonda y los ojos huidizos y una sombra de bigote sobre el labio superior y cuando miras al espejo eres un hombre de cuarenta y tantos años que empieza a tener el pelo negro entreverado de canas y en quien nadie puede encontrar rastros de una cara infantil, y ni siquiera de esa especie de vaga y permanente juventud en la que te imaginas instalado desde que ingresaste en la vida adulta, en la primera de ellas, en el trabajo y en el matrimonio, en las obligaciones y los sueños secretos y la crianza de los hijos. Eres cada una de las personas diversas que has sido y también las que imaginabas que serías, y cada una de las que nunca fuiste, y las que deseabas fervorosamente ser y ahora agradeces no haber sido
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El mundo cambiante de las personas con sus yo-s multiples.
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